Los rayos X se pueden observar
cuando un haz de electrones muy energéticos (del orden de 1 keV) se desaceleran
al chocar con un blanco metálico. Según la mecánica clásica, una carga
acelerada emite radiación electromagnética, de este modo, el choque produce un
espectro continuo de rayos X a partir de cierta longitud de onda mínima
dependiente de la energía de los electrones. Este tipo de radiación se denomina Bremsstrahlung, o radiación de frenado. Además,
los átomos del material metálico emiten también rayos X monocromáticos, lo que
se conoce como línea de emisión característica del material. Otra fuente de rayos X
es la radiación sincrotrón emitida en aceleradores
de partículas.
Para la producción de rayos X en
laboratorios, hospitales, etc. se usan los tubos
de rayos X, que pueden
ser de dos clases: tubos con filamento o tubos con gas.
El tubo con filamento es un tubo de
vidrio al vacío en el cual se encuentran dos electrodos en sus extremos. El
cátodo es un filamento de tungsteno y el ánodo es un bloque de metal con una
línea característica de emisión de la energía deseada. Los electrones generados
en el cátodo son enfocados hacia un punto en el blanco (que por lo general
posee una inclinación de 45°) y los rayos X son generados como producto de la
colisión. El total de la radiación que se consigue equivale al 1% de la energía
emitida; el resto son electrones y energía térmica, por lo cual el ánodo debe estar
refrigerado para evitar el sobrecalentamiento de la estructura. A veces, el
ánodo se monta sobre un motor rotatorio; al girar continuamente el
calentamiento se reparte por toda la superficie del ánodo y se puede operar a
mayor potencia. En este caso el dispositivo se conoce como “ánodo rotatorio”. Finalmente, el tubo de rayos X posee
una ventana transparente a los rayos X, elaborada en berilio, aluminio o mica.
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